Concebido como herramienta educativa desde sus orígenes, que
mantiene hasta nuestros días, el cuento, como todo, ha evolucionado a lo largo
de la historia.
En un mundo lleno de potenciales peligros para los más
pequeños, el cuento se tornó un magnifico elemento de disuasión ante
determinadas acciones, ir solo al bosque, hablar con desconocidos, acercarse al
lobo… Eran enseñanzas encaminadas a evitar posibles daños, el cuento empezaba
mal para acabar peor, normalmente con el pequeño protagonista entre las fauces
de un lobo feroz.
Los tiempos han cambiado y ya no se ve tan necesaria la
figura peligrosa dentro del cuento, ahora los autores prefieren mostrar una
actitud positiva ante los retos de la vida, inculcar valores positivos o
simplemente hacer pasar un rato agradable y divertido.
Igual que antes, los cuentos constan de tres partes:
- Introducción: Donde el autor nos presenta unos personajes y una trama.
- Nudo: La cosa se complica, pasa algo que cambia el estado inicial presentado en la introducción.
- Desenlace: Las aguas vuelven a su cauce gracias a la intervención de alguien.
Desgraciadamente, el cuento también ha servido para
prolongar y extender a las nuevas generaciones situaciones poco favorables, los
cuentos de princesas en los que una chica no puede resolver los problemas y ha
de esperar al príncipe están a la orden del día. Hacer que nuestras niñas
sueñen con un príncipe azul desde su más tierna infancia, no ayuda a crear una
nueva generación de mujeres fuertes e independientes.
Antes de leer un libro a un niño, u ofrecérselo para que lo
lea, deberíamos leerlo nosotros con una actitud crítica. Muchas veces, un
libro, en principio no demasiado pedagógico, se puede tornar un elemento de
discusión fantástico. En un cuento como el de La Bella Durmiente, se puede
discutir con el niño que las brujas, hadas y dragones no existen, que tienen su
origen en la imaginación de alguien y que igualmente el mismo puede crear sus
personajes imaginarios, dando pie a una nueva actividad, como pintar dragones
inventados por él mismo.
Por último el papel que juega el cuento
en el desarrollo de la afectividad, empezamos con el bebé en brazos mirando un
cuento y preguntándoles qué es esto, qué es lo otro…pasamos a tumbarnos con
ellos en la cama y leerles, cuando son mayorcitos y aprenden a leer son ellos los que nos leen a nosotros…pues
bien, todos esos momentos de relax que pasamos con ellos justo antes de que el
día acabe, fortalece los lazos afectivos entre los padres y los hijos.
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