Mucho se ha escrito ya de
los tipos de alumnos a los que nos enfrentamos: el líder, el seguidor, el
opositor, el sabelotodo, etc. Y este
elemento también es importante reconocerlo cuando nos enfrentamos a un grupo.
Te la voy a plantear así:
¿te expresas igual cuando están tus padres presentes a cuando no lo están? Por lo general la respuesta será negativa,
¿no es así? Otra pequeña pregunta: ¿eres
arriesgado(a) con el sexo opuesto o te intimidas fácilmente? Pues lo mismo le sucede a los alumnos: no se
comportan igual si está o no presente algo o alguien dentro del grupo. Así de fácil.
Y esta forma de respuesta al medio pertenece a algo que llamamos
comúnmente personalidad y se encuentra íntimamente ligado con aquello que
conocemos como rol.
Tú, de entrada, no sabes
si ese chico callado y ausente del rincón en realidad no se atreve a opinar o a
participar porque el resto del grupo ya lo trae en “ojeriza” y las burlas
recaen en él cada que surge una duda de su parte hacia el profesor. Igualmente, no sabes si al líder del grupo no
le has simpatizado y presiona a la chica sabia del salón a quedarse callada
cada que le preguntas algo. De la misma
forma no conoces las reglas implícitas impuestas por la amistad reforzada por
los meses o años de convivencia diaria.
Tal vez el chico tímido no opina debido a que “hablar en clase” no es
propio de su rol, ¿lo habías considerado?
Pues sí, estas son situaciones trascendentes cuando tratamos con
nuestros alumnos, aunque no lo creas.
Por otro lado existen
personalidades tímidas así como otras más arriesgadas; algunos aprenden escuchando, otros hablando; tal vez tú no necesites ver a tu profesor
para entender lo que está tratando de enseñarte y esa actitud puede significar
para él una total y absoluta falta de respeto.
Entendiendo esto te darás cuenta de lo difícil que será lograr motivar a
esa alumna tímida, que siempre se esconde junto a la pared, a pasar al frente y
explicar un tema, por muy bien que lo haya entendido, al resto de sus
compañeros. Aquí el asunto central será
que una vez comprendido el canal de percepción y el de expresión obtendrás
elementos para valorar la “normalidad” propia de tu alumno y sus formas de
comunicación.
Igual que en el caso de
los patrones de aprendizaje, la personalidad cuenta con algunas
particularidades dignas de ser tomadas en cuenta. La primera de ellas se refiere al nivel
educativo donde trabajamos, ya que la personalidad de un sujeto es diferente
cuando está en prescolar a cuando está en la primaria. La secundaria, en este sentido guarda algunas
características particulares que la hacen muy diferente a las etapas previas y
a las posteriores; esta particularidad
específica se refiere al proceso adolescente de reconstrucción de la personalidad.
Les digo que lo normal en
la infancia o en la adultez es totalmente anormal en el adolescente y, por el
contrario, lo normal durante la adolescencia es totalmente anormal en la
infancia o en la vida adulta; el
adolescente es “anormal” por naturaleza.
Tal vez esto suene muy radical, pero en los hechos no lo es tanto, y es
una particularidad resaltable en lo que a personalidad se refiere.
Como docentes de
educación prescolar, primaria y bachillerato conviviremos todos los días con la
misma persona, por así decirlo, mientras en la secundaria nos enfrentaremos a
cuarenta sujetos diariamente distintos.
Fácil, ¿no? Por este motivo te
comentaba que es preciso conozcas la personalidad de tus alumnos, ya que esto
te llevará a saber conducirte en un grupo donde tú eres el ajeno, el extraño,
el de afuera, y no llegues a considerar un problema o un trastorno educativo
condiciones que, en un momento determinado, son elementos inherentes a la forma
de ser de la persona.